viernes, 28 de diciembre de 2012

El referente MANcillado

EL REFERENTE MANCILLADO

SANTIAGO PAZOS

FOTO TOMADA PRESTADA DE WIKIPEDIA 

(El día de los inocentes de hace 10 años, coincidiendo con la muerte del Alemán de Camelle a consecuencia del desastre incompetente del Prestige, escribí una columna radiofónica, con este mismo título, que recupero hoy porque creo que no ha perdido actualidad, aunque he de reconocer que algunas cosas se han hecho bien para preservar el legado del artista. El museo que lleva su nombre en Camelle cataloga sus trabajos, se celebra un seminario anual para profundizar en la importancia de su obra, y hoy se trasladan sus cenizas, como él quería, a la choza donde vivió. Seguramente se podía hacer mucho más, pero por lo menos no lo hemos ahogado en el mar del olvido.)


Mientras enterraba su memoria adolescente entre las olas, Man rescataba de las fauces del océano recuerdos ajenos para limpiarles el alma y, renovando su presencia, darles un descanso dignificado ante el apresurado mundo del olvido en que hemos convertido la sociedad actual. Su propia desnudez era la cruz de un hombre que quería recuperar su naturaleza, la búsqueda (me atrevería a decir que al estilo de J. Beuys) de unas raíces antropológicas que el ser humano ha perdido. Como diría Fernando Pessoa, sin ambiciones ni deseos para encontrar mi manera de estar solo.
No haré una valoración artística del legado que Man ha dejado en Camelle porque no lo conozco suficientemente. Me interesa sobre todo como referente cultural y vital, como imagen viva de un modo de entender el mundo desde el punto de vista del hombre no-depredador. Man no tiene nada que ver con nuestro mundo y, por eso, intentan enterrarlo bajo una pesada losa sin su nombre escrito.
Los hombres sin referentes son como páginas en blanco de un libro que nunca será escrito, los pueblos sin historia son lugares sin nombre que nadie recordará jamás. Man debiera convertirse en un tótem que recordase nuestras procedencias ancestrales, nuestra simbiosis con el mundo natural, el respeto por la madre tierra, y la conciencia comprometida con el medio ambiente a través del arte con mayúsculas, la vida.
El ejemplo de Man es la dignidad de un hombre que sólo se llevó a la tumba su traje de faena, el taparrabos que vestía por imperativo social. Su desnudez era toda su riqueza, su obra era social sin contrapartidas, sin intereses. Todo lo que recogía debajo de las faldas del mar se lo regalaba al mundo con un plus de belleza añadida.


El paulatino saqueo de su capilla abierta es culpa de la desidia generalizada, de la patente falta de sensibilidad individual y colectiva de una sociedad que no quiere tener memoria.
Para el Gobierno central, Man y Camelle son un átomo perdido en el mapa de España, para la Administración autonómica una responsabilidad moral que no quieren asumir, para la Diputación provincial un asunto de protección ajena, y para el Concello de Camariñas un “quítame esas pajas de la puerta que no son de mi competencia”. Y el ciudadano común, harto de pagar el mantenimiento de instituciones representativas en las que delega la defensa de sus intereses, asiste impávido a un espectáculo pendenciero en el que su riqueza cultural y su potencial de crecimiento, su identidad espiritual y sus referentes existenciales, son quemados en la pira del abandono más mezquino.
Mientras nos lavamos las manos como Pilatos, la culpa será de uno cualquiera que, pasando casualmente por allí, rescató una joya de un estercolero. Un capítulo más del vilipendiado desarrollo sostenible.




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