domingo, 15 de octubre de 2017

EL CICLISTA UTÓPICO

(FIOT 2017)
26 FESTIVAL INTERNACIONAL OUTONO DE TEATRO DE CARBALLO

TENSIONES EDULCORADAS
(A propósito de “El ciclista utópico”, de Feelgood Teatro, Emilia Yagüe Producciones y Teatro Calderón)

SANTIAGO PAZOS


Fran Perea y Fernando Soto en el Café con...


Que por un azaroso accidente sufras una abducción y seas manipulado hasta el punto de tirar por la borda toda tu vida, personalidad, trabajo y familia incluida, debe ocasionar una serie de tensiones tan fuertes que ni la flema británica más exquisita sería capaz de endulzar.

Sin embargo, Yayo Cáceres lo intenta, en esta tragedia de tintes forzadamente cómicos, con éxito discutible desde mi punto de vista. El método que utiliza, tutear al espectador buscando su complicidad y embaucarlo de tal modo que sienta como suyo todo lo que ocurre en escena, es de sobra conocido para los que hemos visto otros proyectos suyos con Yllana, L’om-Imprebís o Ron Lalá.

Esa familiaridad con la que Manuel (Fran Perea) se dirige al público, persigue funcionar como un anzuelo lleno de sabrosa carnaza al que tenemos que hincar el diente sin rechistar. Lo que pasa es que, desgraciadamente, nos ofrece un plato excesivamente salpimentado, exagerado de tono, gestualidad y volumen. Su personaje, además, no es creíble, pero de eso debe cargar con la culpa el autor Alberto de Casso.

Y lo mismo pasa con Acebal (Fernando Soto), aunque en este caso se utilice un lenguaje soez y cierto desdén mugriento que pretende enamorarnos provocando lástima y vergüenza ajena. Un personaje que, por el contrario, sí parece gozar de cierta credibilidad gracias a la mesura interpretativa del actor.


Tampoco ayuda esa canción que suena solapada detrás de los monólogos, ni el utilitario decorado aunque tenga un toque conceptual como espejo donde se proyectan y chocan esos dos mundos tan distintos.

No gustó al respetable. Me parece que algo falla en ese texto, empezando por el título. Quizás se deba a un fallo de origen. Porque se plantea un acontecimiento al que, en apariencia, se le da más importancia de la que tiene y que, desde el punto de vista del espectador, necesitaría de otro desarrollo argumental para desencadenar y justificar ese suicidio final. Y la utopía?

Pero más allá de esas tensiones edulcoradas, destacaré, eso sí, por mucho que el resultado final no alcance el nivel esperado, la buena sintonía entre Fran Perea y Fernando Soto que mantienen un pulso interpretativo rico e interesante.

Salud


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