martes, 3 de octubre de 2017

"LA ÚLTIMA CENA" de Atresbandes

FIOT 2017)
26 FESTIVAL INTERNACIONAL OUTONO DE TEATRO DE CARBALLO

ECOS Y SILENCIOS
(A propósito de “La última cena”, de Atresbandes
& Reckless Sleepers y coproducido por el FIOT)

SANTIAGO PAZOS



Se tragaban las palabras, literalmente, como si fuesen hostias consagradas. Se tragaban las últimas palabras y yo escuchaba el eco que dejaban flotando en el aire. Un aire viciado, como desoxigenado por momentos, donde los silencios, escasos, te invitaban a una reflexión rápida, acelerada e irremediablemente inconclusa. Pasamos de un muerto a otros muertos sin haber digerido el impacto que nos causó escuchar el primer epitafio.

En esta performance plástica y psicológica no todos los muertos son iguales. Algunos son famosos que se fueron en circunstancias poco claras, otros parece que se fueron porque les dio la gana, muchos, los de más impacto, se fueron porque los condenaron a irse, ejecutados. Un plato de mal gusto que amarga cualquier cena.


El manjar era el espectáculo, su simbología potente, una mesa para cinco en la que solo se sentarán tres comensales, las manzanas de René Magritte, la aleatoriedad para colocar a los comensales. Y en algún caso aparente simbolismo para coloquios de cineclub, como en los pies descalzos de los actores, que estaba motivado por algo tan poco lírico como la comodidad del director y creador Mole Wetherell.

Teatro de vanguardia que deja al descubierto situaciones y sentimientos que el ser humano asume como algo cotidiano y que, sin embargo, para cada uno en su momento es un acontecimiento único e irrepetible. Morirse.


Una manera de hacer teatro en la que el dramatismo se sugiere, (como en el caso del condenado a muerte que no pide nada para cenar y para que no muera con el estómago vacío le traen una hamburguesa por orden de su madre). La tragedia no se expresa con trazo grueso, no se lanzan proclamas, sólo se expone, sin conclusiones, para que el espectador comensal reflexione libremente.


A Mónica Almirall Batet, Albert Pérez Hidalgo y a Miquel Segovia Garrell, de Atresbandes los conocimos en 2015 con “Locus amoenus”, una obra sugestiva con profundas inquietudes existenciales y con mucha frescura interpretativa. Y podemos decir que en “La última cena” destaca su madurez, tanto en su planteamiento teórico como en su solidez sobre el escenario. Un camino de crecimiento creativo, artístico y humano, del que espero seguir disfrutando en próximas entregas.  

Salud



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